El aburrimiento siempre ha existido, no es algo nuevo. Sin embargo, actualmente, quizás como consecuencia del ritmo de vida que llevamos, nos cuesta mucho gestionarlo. Tanto a nosotros, los adultos, como a los más pequeños, a los que muchas veces no les damos la oportunidad de experimentarlo. Sin embargo, afirman los expertos, “el aburrimiento es importante porque nos ayuda a detectar aquellas actividades o inercias vitales con las que no estamos satisfechos”. Así nos lo comenta Gema Fuentes, psicóloga de los Centros Crece Bien, pionera en la enseñanza y el desarrollo de Habilidades Emocionales, Sociales y Aprendizaje: “debemos normalizar el aburrimiento en la infancia y aprender a gestionar el propio como adultos”. Una vez aceptado, además, podremos ser capaces de utilizarlo de una manera positiva, ¿quieres saber cómo?
El aburrimiento, nos explica la psicóloga, “es un estado del ánimo originado por falta de estímulo por una molestia reiterada”. Es cierto que siempre ha existido, pero actualmente apenas dejamos que se manifieste. La razón no es otra, nos dice, que la molestia: el aburrimiento nos molesta, huimos de él. “El aburrimiento es una emoción que no nos gusta, pese a que nos ayuda a encontrar nuevos intereses, retos y caminos en la vida”, nos apunta. Por tanto, puede llegar a ser positivo.
Así, “el aburrimiento se convierte en detector de intereses o inercias con las que nos sentimos cómodos y nos ayuda a visibilizar las que sí encajan y las que no”, algo muy importante, sobre todo, durante la infancia, donde desarrollamos muchos de nuestros gustos.
El primer paso para conseguir convertir el aburrimiento en algo positivo que, al fin y al cabo, es lo que buscamos, es aceptarlo. Y, en verano, tenemos una ventana de oportunidad importante. “A lo largo del curso encontramos a muchos niños con exceso de actividades extraescolares y cargados con deberes”, nos explica la psicóloga. En estos meses, sin embargo, “vemos las consecuencias de ese exceso de actividades sostenido en el tiempo: tenemos más horas libres y, de repente, aparece el aburrimiento”. Los niños no están acostumbrados a gestionarlo, “por lo que se enfadan si no hacen algo, convirtiendo el aburrimiento en algo casi revolucionario”.
Si lo analizamos bien, nos explica la experta, “cuando los niños se aburren demandan la atención de sus adultos de referencia”. Unos adultos que no tienen tanto tiempo libre como ellos y que, cuando llegan a casa, tienen que terminar las tareas domésticas pendientes en muchos casos, con lo que buscamos formas de que el niño no se aburra, “pues nos sentimos culpables”. La situación habitual es “no aceptar este aburrimiento y optar por el uso de pantallas”, nos dice. Sin embargo, la clave, en su opinión, “está en entender poco a poco ese aburrimiento y trabajarlo como una emoción más que debemos aceptar y afrontar de forma constructiva, demostrándole al niño que tiene sus beneficios”.
Está claro que no es fácil ver el aburrimiento como algo positivo, pero con estos pequeños consejos que nos ofrece nuestra experta, podemos llegar a conseguir que se traduzca en la puerta hacia una actividad lúdica, creativa y el descubrimiento de nuevos intereses: