Reza el dicho popular que ‘del cerdo, hasta los andares’. Y es que hay pocos productos que tengan tanto aprovechamiento. Desde la cabeza hasta las patas, cada pieza de este animal se puede transformar en las recetas más exquisitas o en la materia prima imprescindible para elaborar numerosos derivados: tocino, jamón, lomo, salchichón, morcilla, torrreznos…
La carne de cerdo es de las más consumidas en todo el mundo, salvo en los países cuya religión la prohibe y si hay un sitio en el que realmente le rendimos culto a este animal, ese es España, con el ibérico como buque insignia y el jamón como una de nuestras grandes joyas gastronómicas.
Aunque el más consumido es el cerdo blanco -mucho más económico y abundante-, cada vez se extiende más el uso de los diferentes cortes de cerdo ibérico en fresco y a nadie ya le son ajenos el secreto, la pluma, la presa, etc.
La carne de cerdo, por su cantidad de minerales, vitaminas y proteína, sí, es saludable. Y aún más la ibérica por su contenido en grasas beneficiosas que reducen los riesgos de sufrir enfermedades cardiovasculares, previene el aumento de la tensión arterial y la trombosis, disminuye la presencia de los lípidos perjudiciales y aumenta los antioxidantes.
Pero si nos referimos a la carne de cerdo blanco los beneficios para la salud tampoco son escasos. No tiene mucha grasa, es muy digestible, posee menos colesterol y más vitaminas que otras carnes como la de vacuno o la de cordero y, si la cocinamos a la plancha, su aporte calórico es moderado.
Es una carne que tiene fama de quedar seca, pero todo depende de la forma cómo se cocine (y recuerda que el blanco es más magro que el ibérico pero éste tiene más grasa). Por ejemplo, si la haces en la sartén, hay que vigilar que la temperatura no esté muy alta; puedes marinarla para ablandarla o, incluso, rebozarla antes de cocinarla y, si optas por el horno, tienes que precalentarlo y cocinar la carne con algún líquido y verduras para que no se reseque en exceso.
El cerdo queda ideal guisado, por ejemplo en ragús, menestras, con verduras, legumbres, arroz y/o pasta y otro punto importante a tener en cuenta es que todas las piezas -y más si son frescas o han sufrido algún tratamiento previo- no exigen ni el mismo tiempo ni la misma temperatura de cocinado -ni tampoco todas tienen las mismas cualidades nutricionales-.
Exiten numerosos recetarios con carne de cerdo, tanto blanco como ibérico, con infinidad de propuestas de todo tipo. Nosotros recuperamos del nuestro 10 recetas: 5 con cada uno de ellos, que son bastante fáciles de preparar, no exigen demasiado tiempo y, como siempre, con resultados que estamos convencidos de que te seducirán.
CARNES IBÉRICAS DE MONTANERA
Una opción muy recomendable en estos tiempos en los que tenemos todo cerca a golpe de clic, es comprar estas carnes nobles del cerdo ibérico directamente al productor, algo antes sólo reservado al sector de la alta restauración. De esta manera, nos aseguramos que el producto que nos llega a casa es de altísima calidad.
La montanera es el momento más importante para el cerdo ibérico y transcurre desde octubre hasta el mes de febrero. Durante este tiempo, el cerdo se alimenta de bellota y hierba mientras recorre la dehesa. Este ejercicio hace que el animal se ponga en forma lo que se traduce en un mejor producto ya que la grasa -la buena- se infiltra en el tejido muscular que luego se convierte en ese tocino veteado que distingue los buenos jamones y productos del cerdo ibérico.
