Es una molécula grasa que podemos obtener directamente de la exposición al sol transformando una molécula de colesterol en colecalciferol (o vitamina D3), o a través de los alimentos que nos facilitan animales, hongos o plantas que previamente ya la sintetizaron por acción del sol.
La vitamina D nativa de la que te acabo de hablar no es una hormona porque no tiene bioactividad, ha de sufrir varias transformaciones hasta convertirse en una molécula bioactiva. En el libro ‘VitaminaDos‘ (Ed. Alienta)cuento la historia del “clan de la vitamina D” donde la D3 es la líder de un clan de diferentes metabolitos que en muchas ocasiones se confunden.
Debemos respetar la clasificación que se le dio de vitamina, porque aunque nuestro organismo sea capaz de producirla, ocurre que en latitudes por encima de los 30º tenemos dificultad en otoño y primavera, y en invierno apenas producimos en países como España, por tanto, tenemos que obtenerla de los alimentos o concentrados nutricionales. Existen sociedades como los inuits que no tienen posibilidad de obtenerla del sol, porque la radiación que les llega no es suficiente, y como resultado a lo largo de todo el año deben obtenerla de su alimentación tradicional: foca, ballena y pescado. Es en consecuencia una vitamina alimentaria que suple nuestras dificultades de producción endógena. Además, no es la única vitamina que produce nuestro cuerpo, también producimos la K2, la B3 y otras, y en cambio de estas no se escucha decir que “no son vitaminas” por poderse producir endógenamente.
Transformándose en moléculas cada vez más activas, para que puedan ejercer sus funciones si son reconocidas por unos receptores que hay repartidos por las células de todos los tejidos corporales. Tradicionalmente, se ha creído que esas transformaciones solo se producían en el hígado y los riñones, pero hoy sabemos que somos capaces de transformarla en múltiples tejidos.
También transformándose en moléculas inactivas, parcialmente hidrosolubles, para ser excretadas por las heces o la orina. Por tanto, con esta aclaración rompemos el falso mito de que la vitamina D no puede ser excretada.
Porque hacemos vida de interior, techada o en la sombra, porque no nos exponemos al sol sin filtros como los bloqueadores solares, porque hay factores ambientales como la polución que inhiben hasta un 54% la radiación UVB que necesitamos para fabricar vitamina D, y porque los animales y hongos de donde podríamos obtener vitamina D tampoco se han expuesto el tiempo necesario al sol y sus alimentos están empobrecidos de vitamina D. Esto entre otros factores a considerar.
En las décadas de 1970 y 1980 se midieron en diferentes países, de diferentes latitudes, y se encontraron niveles séricos mucho más altos a los actuales en personas que pasaban tiempo al aire libre, por ejemplo socorristas acuáticos, trabajadores de la construcción, agricultores, etc.
Son tantas que cabría preguntarse qué funciones no tiene, o en qué no participa.
A modo de resumen podemos indicar:
Cansancio y fatiga física, pérdida de fuerza y vitalidad, fatiga mental y pérdida de agilidad mental, dolores musculares y articulares, bajo estado anímico y síntomas depresivos, dolores neuropáticos, dolores asociados a procesos inflamatorios, etc, son algunos de los síntomas asociados al déficit de esta vitamina. En estos casos, debes consultar con el médico para que descarte otro problema de salud y te haga unos análisis para ver si realmente necesitas suplementos de vitamina D.