Nuestro cerebro se alimenta de lo que comemos. Y la calidad de los productos que consumimos determinará una mejor o peor salud cerebral. De hecho, como nos contará a lo largo de este artículo el Dr. Rodolfo Arruarana, médico y nutricionista de Vithas Tenerife, hay alimentos que son muy malos para tu memoria, pueden provocar la muerte neuronal, mermar tus capacidades cognitivas y acelerar el proceso de envejecimiento cerebral.
Por ello, hay que intentar comer lo más sano posible, darle al cerebro los alimentos que sí le van bien para que tu alimentación no sea la que empeore tu memoria o tu estado de ánimo.
El cerebro, como parte del Sistema Nervioso Central (SNC), regula las funciones vitales del organismo (respiración, ritmo cardíaco…) y también las funciones básicas como el apetito, el sueño o el instinto sexual. Para poder cumplir con cada función, el cerebro depende de los neurotransmisores, que son biomoléculas que se encargan de transmitir la información de una neurona a otra. Teniendo en cuenta esto, es importante agregar que el cerebro representa el 2% de nuestro peso y, sin embargo, necesita del 20% de la energía que consumimos para su normal funcionamiento. Así que, en dependencia de la alimentación, podremos tener o no afectaciones cerebrales. Por tanto, es negativo para la función cerebral, lo mismo que para todo el organismo, consumir en exceso alimentos fritos, los alimentos azucarados, las grasas trans (margarina), los alimentos procesados, la sal, la cafeína, las bebidas alcohólicas.
Los fritos son nocivos para la salud y su exceso aumentan las grasas saturadas que terminaran adhiriéndose a las arterias, dificultando el flujo sanguíneo cerebral. La grasa trans, como la que está presente en algunos productos para el consumo (bollería, galletas, manquilla vegetal, masas para pizzas, etc) causa que una proteína denominada beta-amiloide se acumule en el cerebro y está relacionada con la pérdida de memoria y origina enfermedades como el alzhéimer.
También el exceso de alcohol impide el crecimiento de nuevas células y reduce el número de neuronas, disminuye los niveles de serotonina y provoca depresión y ansiedad e incluso encefalopatía por déficit de vitaminas. Y, ya en un cuadro avanzado, de alcoholismo puede provocar alucinaciones, paranoias, temblores corporales, hasta la muerte.
Y, por último, debemos destacar que los productos azucarados, al consumirse en exceso, provocan aumento del sistema de recompensa en el cerebro, liberando dopamina, que nos hace sentir momentáneamente bien. Al estar en falta, el cerebro vuelve a activar el sistema de recompensa, con lo cual la adicción a lo dulce se hace incontrolable, con el tiempo estos altos consumos de azúcar causan inflamación en el cerebro, pérdida de memoria, daño a los vasos sanguíneos y disminución de las capacidades cognitivas.
Cada neurotransmisor cumple una función específica y para poder formarse requiere de nutrientes que, en muchos casos, se aportan con la alimentación. Por ejemplo, la serotonina se sintetiza a partir de la transformación del aminoácido triptófano y participa en la regulación de los ritmos circadianos, la atención, la ansiedad e incluso la locomoción y la respiración. Y el triptófano se obtiene mediante los lácteos, carnes, legumbres, frutos secos, huevo, banano, aguacate.
Se han hecho múltiples estudios en amplios sectores poblaciones comparando una alimentación saludable y variada con una alimentación en base a alimentos ultraprocesados, con excesos de azúcares y grasas saturadas, siendo los resultados muy contundentes en relación con la irritabilidad, estados de ánimos inestables y depresión. En todos los casos se multiplicaban con los alimentos no saludables.
Los mismos que son saludables para nuestro organismo. Es decir, una alimentación que contenga farináceos (cereales, tubérculos y legumbres), proteínas, principalmente de carne blanca y pescados (son preferibles los que no son de acuicultura), lácteos, grasas, principalmente mono y poliinsaturadas (aceite de oliva, aguacate, nueces, pescado azul), frutas, verduras y hortalizas. Y que el agua sea la principal fuente de hidratación. En otras palabras, priorizar los alimentos que no contienen código de barras y complementarlos con productos lácteos, principalmente leche y yogures.
