El desarrollo de los sentidos de los perros hacen que aquellas percepciones que para nosotros tienen un significado para ellos sean algo completamente distinto. Por ejemplo, los perros no son capaces de entender las imágenes de una pantalla de televisión o un móvil, pues al ser superficies de dos dimensiones (y no en tres), no son más que una mancha sobre una superficie plana. De la misma forma, los sonidos que nosotros podemos comprender y apreciar para ellos tienen una profundidad muy diferente.
No es común que los perros reaccionen a la música, no se muestran cautivados por el ritmo ni demuestran siquiera que ese sonido les importe. Lo cual es razonable, uno de sus sentidos más agudos es el oído, pero el suyo está desarrollado de forma que interpreta las ondas sonoras de una manera muy diferente a nosotros y, previsiblemente, esa información es conducida a su cerebro significando algo radicalmente distinto a lo que nosotros percibimos.
Por eso la música para los perros no es más que un sonido ambiente más, como el sonido de la cisterna, el ruido del ascensor o la voz de un familiar parlanchín que viene de visita. Aunque en ocasiones la música no es más que puro ruido, porque cuando los humanos nos emocionamos ponemos la música muy alta y una canción a todo volumen es capaz de rellenar todo el espacio sonoro.
Una canción a máximo volumen podría significar para los perros una privación sensorial de primer nivel, porque dejarían de escuchar cualquier sonido y de repente escuchar solo música, sin embargo no es un problema para ellos porque son capaces de escuchar un espectro más amplio de frecuencias de onda, y logran pasar por alto nuestra la música y seguir percibiendo otros sonidos.
En todo caso, es recomendable tener en cuenta que si vivimos con un perro no está de más atender al efecto que tienen sobre él los distintos tipos de música. Algunos pueden ayudar a tranquilizarle y otros le ofuscarán. La música no está diseñada para sus oídos ni para su comprensión, y si nuestra casa se asemeja más bien a una discoteca en el fondo estamos obligando al animal a convivir en un entorno que puede agotarle y estresarle sensorialmente.
La facultad de psicología de la Queen’s University de Belfast ha desarrollado un estudio empírico basado en el comportamiento de los perros frente a distintos tipos de música. Lo han realizado zoomusicólogos que investigan el efecto de los sonidos en los animales, percepción, hábitos y constantes, tales como el ritmo cardiaco, respiración y la actividad cerebral del can.
El proyecto ha sido liderado por la doctora Deborah Wells y ha sacado en claro que existen tres tipos de música diferenciados ante los que los perros demuestran una reacción diferente y clara: música clásica, pop-rock y heavy.
El estudio es meramente experimental, es decir, no se abordan las causas sino solamente los efectos, pero se ha descubierto que varias piezas de música clásica son capaces de hacer dormir más a los perros y de forma profunda.
Concretamente duermen un 6% más de lo habitual. Mediante las mediciones de ritmo cardiaco y ondas de sueño se ha determinado que gracias a la música clásica los perros descansaban de forma más plácida y confiada, por lo que esta música, de forma similar a los humanos podría dotar a su mente de docilidad y descanso.
Según el estudio, las piezas clásicas que mejor cumplen esa función son Las cuatro estaciones de Vivaldi; La quinta sinfonía de Beethoven; Para Elisa de Beethoven y El Danuvio azul de Johann Strauss.
Otra de las conclusiones del estudio es que la reacción que tienen los perros al escuchar música pop o rock comercial es la misma que cuando los humanos hablan, perciben un murmullo de comunicación entre nosotros, pero no les interesa lo más mínimo, pues no lo comprenden.
Una parte del estudio consistió en tratar de identificar si un tipo de música en concreto podría ser más afín a un perro porque, supuestamente, es el tipo de música que escucha su dueño y, a fuerza de tener costumbre está hiciera un efecto de calma por repetición. Sin embargo el estudio destacó que los perros no solo no coinciden con el gusto musical de sus dueños, sino que no existe ningún vínculo evidente entre la música que más se escucha en casa y una reacción específica en el animal. Es decir, la música no les interesa salvo que se enmarque en uno de los tres tipos musicales que sí dieron resultado.
Parece evidente, pero el tipo de música ante el que más reaccionaron los perros del estudio fue el heavy metal y el rock duro. Los canes aumentaron un 70% sus ganas de ladrar, su ritmo cardíaco se aceleró y se estimó que, por tanto, los perros sentían cierta ansiedad, se sentían en guardia y su sentido auditivo parecía trabajar al límite.
Parece ser que las melodías de guitarra del heavy y los tonos de voz de los vocalistas pueden igualar ondas sonoras de “alarma” que los perros identifican como llamadas de atención, y eso les pone en guardia. Además, esta música tiene un uso mayor de los graves y, aun cuando está a un volumen bajo, su sonido es capaz de rellenar enormemente el espacio sonoro. Esto, en suma, hace que el Heavy sea para los perros como si una manada de canes estuviera ladrando, dando golpes con cacerolas y accionando fuegos artificiales.