Todos los niños tienen miedo. Y sus madres y padres también. Tenemos miedo al miedo de nuestros hijos. Esto es porque no sabemos cómo enfrentarnos a él, nos incomoda y nos pone nerviosos. Sin embargo, queremos protegerlos. Es una reacción normal. Dejarles que se enfrenten solos a sus miedos puede asustarles y, además, no sabrán cómo hacerlo de primeras.
Es una situación desconocida para ambos: nuestros hijos no saben reconocer el miedo y nosotros nos debatimos entre acompañarles o dejarles que lo afronten solos. Sin el conocimiento de lo que es realmente el miedo y lo que supone para los más pequeños, nunca podremos tomar una buena decisión. Por eso, es importante saber lo que es y cómo actuar en estos momentos sin asustarles o dañarles. Si lo hacemos bien, conseguiremos que se conozcan a sí mismos un poco más y, sin darnos cuenta, ayudarles en su evolución y crecimiento.
Así lo cree, Tania García, autora del exitoso libro ¿Qué necesito cuando me enfado? (Beascoa), en el que nos explicaba qué es realmente un enfado en el cerebro de los más pequeños, y que ahora se centra en la emoción del miedo con ¿Qué necesito cuando tengo miedo? (Beascoa). Para ella, “tener miedo no es malo, todo lo contrario. Nos avisa de que debemos protegernos”. Por tanto, padres del mundo, no hay que tener miedo al miedo.
Luna, su pequeña protagonista, nos enseña que “tener miedo es algo natural, desde que nacemos hasta el final de nuestra vida” y que todas las personas tienen miedo muchas veces. Con ella, nos damos cuenta de que “aunque el miedo solo sea algo imaginario, el cerebro de los niños lo perciben como real”. Este es el punto de partida para reconocerlo y saber qué hacer. Por eso, hemos querido hablar con su autora, especializada en neurociencia infantil y adolescente, para que nos ayude a enfrentarnos correctamente a él.
Para un niño, ¿qué es el miedo?
Para los niños y niñas, como para cualquier persona, el miedo es una emoción natural, que se expresa mediante comunicación verbal o no verbal, con nuestro propio cuerpo (sentimos escalofríos, cerramos los ojos…). Ellos quizás no saben ponerle nombre ni tampoco para qué sirve exactamente, no obstante, lo viven y sienten como todos.
¿A qué edades aparecen los primeros miedos o terrores?
Ante todo, cada niño es único y tiene sus propias experiencias de vida. Esto significa, no solo que puede que uno de nuestros hijos tenga ciertos miedos y otro no, sino también que los miedos, sean cuales sean, pueden aparecer en cualquier etapa y no por ello deben ser desatendidos, criticados o ignorados.
¿Cómo enseñamos a los niños que el miedo no es algo realmente malo?
Comenzando porque nosotros mismos lo pensemos como padres y demos ejemplos de un buen conocimiento de nuestros propios miedos. Es imposible que transmitamos que los miedos son naturales y forman parte de la vida, si no lo hacemos nosotros.
Algo revelador a la hora de educar en la comprensión del miedo, es no ver el que tengan miedo como un problema, porque no lo es, y en aquellos casos en los que sí lo sea, por traumas y trastornos concretos, podremos pedir ayuda de un profesional, siempre trabajando en familia.
Y a los padres, ¿nos da miedo el miedo (de nuestros hijos)?
Si no se conoce lo que realmente es el miedo y la exteriorización del mismo es visto como algo malo, prohibido y a reprimir; por supuesto que dará miedo el miedo. A la mayoría de padres no tienen una correcta educación emocional, por lo que en muchas ocasiones se ven desbordados y sin saber cómo actuar cuando su hijo exterioriza el miedo.
¿Cómo reconocemos que nuestro hijo tiene miedo?
Siempre tenemos que estar atentos a los comportamientos y pequeños gestos de nuestros hijos porque nos pueden ayudar mucho a detectar qué puede estar ocurriendo. Además, debemos facilitar una buena conexión y relación, donde no haya temas tabúes y en la que nuestros hijos puedan hablar libremente sin temor a ser juzgados, castigados o reprendidos por pensar, opinar o sentir de ninguna manera.
¿Qué hago si mi hijo tiene miedo?
Lo primero, escuchar. En muchas ocasiones, cuando un niño siente miedo, es desoído por los adultos. Se le resta importancia o incluso se bromea sobre el miedo que pueda tener, creyendo equivocadamente que un miedo infantil no es tan importante como un miedo adulto.
El miedo siempre es miedo y si un niño lo tiene, lo está sintiendo de forma terroríficamente real. Por tanto, la empatía también juega aquí un papel fundamental. Ser conscientes de lo que sienten nuestros hijos cuando tienen miedo nos ayudará a comprender qué está pasando quitándonos esas gafas de superioridad adulta que tan solo levantan un muro y nos impiden conectar con las necesidades emocionales reales de la infancia.
¿Cómo puedo enseñarle a enfrentarse a él y gestionarlo por sí mismo?
No debemos pretender que se enfrente al miedo ni que lo gestione solo. Nuestro objetivo siempre será acompañar su miedo, esta es la única forma de superarlo, conocerlo y de no cronificarlo.
Nuestros hijos solo conseguirán ser adultos emocionalmente sanos si los acompañamos de forma adecuada durante la infancia (que incluye también la adolescencia), sin prisas. No hay que temer dar amor a nuestros hijos, guiarlos con cariño, respetar sus emociones y escucharlas, aportar ayuda y atención. Esto es precisamente lo que les hará unos seres responsables con ellos mismos y con los demás.