“En la mesa no se juega”. ¿Cuántas veces has escuchado esta expresión? Pues es justo lo que viene a cambiar Griselda Herrero con su libro Comer bien en familia (Ed. Espasa). Dietista-nutricionista, docente y experta en psiconutrición y educación alimentaria, la autora se plantea con su obra el reto de enseñar a comer de forma saludable a través de dinámicas y juegos en los que puede participar toda la familia.
La mayoría de las dificultades que puede tener un niño para incluir buenos hábitos en su vida se desvanecen si hay un entorno lúdico por medio. Es la base con que Griselda Herrero se ha planteado su libro, donde da un papel principal al juego como elemento educativo.
“Cuando hay juego, el grado de aprendizaje es mayor. Para llevar una información práctica a los niños, como que hay que comer fruta y verdura, e implementarla, nos valemos de dinámicas, actividades, juegos… y es más efectivo”, explica.
Así, en cada capítulo del libro se proponen actividades para que los pequeños vayan interiorizando de forma divertida una saludable educación alimentaria.
En muchos hogares con niños pequeños, sobre todo si son malos comedores, el momento de la comida es uno de los más temidos. Los padres tienen que batallar para que sus hijos coman de forma variada y sentarse a la mesa es toda una contienda en lugar de una oportunidad de disfrute que compartir en familia.
Para la experta, todo esto puede cambiar “si no convertimos la comida en el eje de la comida”. Su propuesta es olvidarse de las típicas conversaciones: “¿Quieres más?”, “échate más”, “no te dejes tanto en el plato”…
En su lugar, recomienda focalizarse en la familia y no en la comida, “en compartir lo que ha pasado durante el día, en la diversión, en estar juntos más que en la comida en sí”.
Para la autora de Comer bien en familia, los hábitos alimentarios se pueden reeducar, siempre que se utilice la técnica adecuada. Así, ella propone en su libro:
– Fijar objetivos sencillos y razonables.
-Tener paciencia y constancia.
-Seleccionar alimentos saludables.
-Empezar con pequeños cambios.
-Incluir la diversión y la emoción.
Además, insiste en un aspecto, y es el de no comparar a unos niños con otros, pues cada uno tiene su ritmo. “Quizá si un niño no come verdura es porque no lo hemos incentivado lo suficiente, no basta con poner alcachofas encima de la mesa. Hay que implicarlos en la preparación, elaboración y decisión”, explica. “Dejar de comportarnos como padres directivos y darles el poder de la elección: quiere más o menos, qué le gustaría probar antes…”, detalla.
La alimentación no es un aspecto aislado de la vida. En ella pueden influir muchas otras variables, entre ellas, el estilo de vida que se tenga. Por eso, Griselda Herrero destaca tres hábitos saludables que van a contribuir a que el niño se nutra mucho mejor.
– Actividad física. El ejercicio, no entendido como deporte, sino como ausencia de sedentarismo, es crucial. “El niño debe estar activo y hay que hacer actividades de ocio en familia que impliquen movimiento: dar paseos, patinar juntos… Hay que dinamizarse día a día”, destaca.
– Buenas rutinas de sueño. La mala calidad de sueño tiene una conexión directa con la alimentación poco equilibrada. Por eso la experta insiste en respetar las horas de sueño del niño y llevar a cabo protocolos que aseguren un buen descanso.
–Fomentar relaciones sociales y familiares. “En el núcleo familiar debe haber una buena relación entre padres e hijos, que no sea solo de cuidadores, sino de interacción, de confianza”, explica. Además, es importante abrir el círculo a otras relaciones sociales.
“Desde el momento en que premiamos o castigamos con comida estamos estableciendo una mala relación con la alimentación”, advierte la dietista-nutricionista.
Esta forma de acercarse a la comida se aprende desde pequeños, por lo que es muy importante que los padres no utilicen la comida con este matiz emocional. “Después pueden surgir problemas, como no saberse controlar, elegir la comida solo por la emoción, posibles trastornos de la conducta alimentaria…”, subraya.