Los mensajes no paran de llegar a tu teléfono móvil… y tú no paras de contestarlos. Las aplicaciones de mensajería instantánea, como el archiconocido WhatsApp, han revolucionado nuestra forma de comunicarnos. Miramos el teléfono y vemos cómo se han puesto en contacto con nosotros y, claro está, contestamos casi de inmediato. El problema llega cuando nos sentimos dominados por esta tecnología, casi con un sentimiento de esclavitud. En opinión de la psicóloga Gabriela Paoli, psicóloga y autora del libro Salud digital: claves para un uso saludable de la tecnología, muchos usuarios sufren lo que se podría denominar como “la tiranía del Whatsapp”. ¿En qué consiste? En un sentimiento de agobio intenso frente al aluvión de mensajes, llamadas, audios, videollamadas… que están ahí, en nuestro móvil en cualquier momento y en cualquier lugar. Tanto es así, que hay personas que se sienten presionadas y hasta sometidas a la coacción emocional por tener que contestar en el momento, de estar siempre disponibles.
“La vida online y la hiperconectividad está asociada a una menor capacidad de autoconciencia e introspección y a una pérdida de la empatía y de relaciones profundas basadas en momentos y experiencias reales”, considera la experta. Esa necesidad ‘autoimpuesta’ de contestar de forma inmediata nos lleva a contestar en cualquier sitio, sin intimidad, o la tranquilidad necesaria para mantener una buena comunicación. Es lo que se denomina la exigencia de la disponibilidad, el ‘estabas en línea’. “La tecnología en sí no provoca nada en nuestro cuerpo y en nuestra mente, sino que es el mal uso que hacemos de ella”, apunta Paoli.
Todo esto sin mencionar aún los ‘temidos’ grupos del WhastsApp, que pueden llegar a convertirse en una auténtica tortura, todo, por el miedo a perdernos algo que se cuente en ellos, lo que nos hace caer en lo que los psicólogos ya han bautizado como FOMO (Fear of missing out). Pero no solo eso, sino que además, puede producir en algunas personas sensación de agobio, estrés, ansiedad, culpa y remordimiento, poca capacidad de control, falta de intimidad, libertad y autonomía, y acaba por afectar de forma negativa en otras áreas de la vida. La experta apunta que hay casos, los más extremos, claro está, en los que se sacrifican incluso actividades y obligaciones por estar pendiente de conversaciones. También se suelen dar alteraciones bruscas del estado de ánimo.
La experta parte de una idea: no hay que olvidar que cualquier actividad placentera es susceptible de convertirse en una adicción. Por eso, hay que estar muy atentos a las posibles señales que nos indiquen que tenemos un problema relacionado con el abuso de esta aplicación.
-La primera es el tiempo de conexión, un factor determinante.
-Y también está el hecho de verificar perfiles, mensajes, de forma compulsiva porque se crea que se ha escuchado alguna notificación o, si no se tienen activadas las notificaciones, mirarlo por si acaso de forma permanente.
Una vez tenemos claro que el problema está ahí, sin duda, hay que buscar soluciones. Y la experta considera que de la premisa que hay que partir es que no tenemos la obligación de estar disponibles o localizables en cualquier momento. De esta manera, estableceremos ciertos hábitos que nos ayuden a no caer en la hiperconectividad y mantener, así, una buena salud digital. Y resume algunos consejos para intentar prevenir este problema, tan común en nuestros días: