¿Quién soy? ¿Por qué soy como soy? ¿Qué acontecimientos marcaron mi infancia y siguen condicionando mi presente? Conocerse a uno mismo es, no solo una virtud y un signo de madurez, sino un objetivo, puesto que de saber quienes somos puede depender nuestro bienestar emocional así como nuestra relación con los demás y, por supuesto, con nosotros mismos. Para saber quienes somos debemos mirar hacia dentro con realismo, calma y sin miedo, señala María Dueñas, psicóloga y coautora de ‘El gran libro de los test’ (ed. Temas de hoy). También es importante conectar con el ‘niño interior’. Para
Una de las maneras de las vías para conocerse es ‘escuchando’ y cuidando nuestro niño interior. Todos tenemos uno, pero muchas veces no conseguimos escucharlo ni conectar con él. Sin embargo, debemos saber que este niño interior condiciona nuestra vida, nuestro día a día. Y pueden surgir problemas de identidad o conflictos emocionales. Así lo indica el psicólogo Antonio Carrero de Mundopsicologos.com, que nos explica de qué manera el niño interior está relacionado con la armonización emocional y la integración del pensamiento. Porque solo aprendiendo a escucharle y a cuidarse de él, se puede aprender a conocerse y a amarse a uno mismo.
“La figura del niño interior es una invención de las corrientes que evolucionaron desde el psicoanálisis para facilitar el trabajo de sanación por medio de una imagen a disposición de todos”, afirma Antonio Carrero. El niño interior es la imagen retrospectiva que cada persona se ha formado sobre el niño que fue en los diferentes momentos de su desarrollo.
El desarrollo humano desde el nacimiento, en el proceso de civilización del bebé, su nacimiento al lenguaje y su ulterior evolución psíquica y emocional, supone una serie de pérdidas y sacrificios que no son sino crisis, traumas y sufrimiento. Eso para todos, pero en muchos casos hay que añadir dramas personales y familiares que constituyen profundos traumas en el desarrollo. La memoria del individuo se organiza en torno a esas experiencias de dolor y la reacción ante ellas, esa sería la dimensión del niño interior.
El rechazo de las propias emociones y la huída de uno mismo tiene graves repercusiones en la coherencia y capacidad emocional. En lugar de estar huyendo de lo que nos duele y asusta, para evitar afrontarlo, lo que empobrece nuestras posibilidades vitales y nos confina en patrones de evitación preventiva de experiencias, esta terapia propone la conexión con esos conflictos por medio del niño interior. “Será una conversación íntima con esa fantasía del niño que fuimos lo que facilitará el desbloqueo progresivo de las emociones del adulto”, declara el psicólogo.
Escuchar al niño interior conlleva el coraje de cambiar el desconocimiento por la concentración, intentar cambiar la autoevasión por el hacerse presente y consciente en el aquí y el ahora.
Se puede conseguir creando un espacio tranquilo y privado en el que durante 10 minutos al día durante al menos 6 meses conversemos con el interior por medio de una introspección retrospectiva. En la búsqueda de ese niño angustiado y escondido en ese pasado de incomprensión, se tratará de establecer un diálogo de perdón y comprensión.
“En el caso de traumas muy graves imposibles de afrontar ni progresivamente ni en solitario, concluye el psicólogo Antonio Carrero, es recomendable buscar la ayuda de un profesional de la escucha”.
