El pie de atleta (tiña del pie) es una infección fúngica (hongos) que se presenta entre los dedos del pie, aunque también puede aparecer en el talón, planta y dorso. Además, tal y como nos confirma Pilar Nieto, Presidenta del Ilustre Colegio Oficial de Podólogos de la Comunidad Valenciana (ICOPCV), puede extenderse y afectar a las uñas. “El pie de atleta está muy relacionado con otras infecciones fúngicas como la tiña y la tiña inguinal”, añade.
“El microorganismo causal es un hongo dermatofito. Los más comunes son: Microsporum, Trichophyton y Epidemophyton. Esta infección superficial de la piel es muy frecuente en todo el mundo, aunque las personas que viven en climas cálidos y húmedos, que favorecen la colonización de los hongos, tienen más riesgo de contraerla. Se pueden encontrar casos tanto en hombres como en mujeres de cualquier edad, aunque se observa una mayor proporción de infecciones en hombres jóvenes”, nos cuenta la experta en podología.
Tal y como nos detalla la presidenta del ICOPCV, esta afección se manifiesta con los siguientes signos y síntomas:
-Una erupción que puede causar descamación (piel agrietada).
-Generalmente, provoca picazón, escozor y ardor.
-Algunos tipos de pie de atleta presentan ampollas o úlceras.
-La variedad de mocasín del pie de atleta causa sequedad crónica y descamación en las plantas de los pies que se extienden hacia arriba por el costado del pie. Puede confundirse con otras patologías dérmicas como eccema o psoriasis.
“La infección puede afectar a uno o ambos pies y puede propagarse a la mano, especialmente si te tocas las partes infectadas de los pies. El pie de atleta es contagioso y puede propagarse mediante el contacto con una persona infectada o a partir del contacto con superficies contaminadas, toallas, ropa y calzados”, matiza la especialista.
Tal y como nos cuenta la experta, el riesgo de padecer pie de atleta es mayor en los siguientes casos:
-Hiperhidrosis, la mayor sudación de algunas personas favorece el desarrollo de esta entidad.
-Uso de calzado/calcetines no transpirable o de plástico.
–Compartir esteras, alfombras, ropa de cama, ropa o zapatos con alguien que presenta una infección fúngica
–Caminar descalzo en lugares públicos donde la infección puede propagarse, como vestuarios, saunas, piscinas y baños y duchas comunitarios.
-La toma de algunos fármacos como antibióticos y corticoides, pueden alterar la flora de la piel de los pies e interdigital y favorecer un sobrecrecimiento de hongos.
-Personas inmunodeprimidas.
Lo primero que hay que tener en cuenta, cuando aparece este problema, es cuál es el especialista que mejor puede abordarlo. “Es recomendable acudir al podólogo, que es el especialista de la salud de los pies, o al dermatólogo ante los signos y síntomas característicos” nos cuenta Pilar Nieto, que añade que es importante no demorar la visita si tienes un sarpullido, enrojecimiento, picor, escozor, dolor entre los dedos o en el resto del pie que no mejora o incluso empeora o se extiende. “Además, si tienes alguna patología de base como diabetes mellitus es especialmente necesario”, confirma.
¿Y cómo se llega al diagnóstico clínico de esta patología? “El profesional de la Podología puede diagnosticar el pie de atleta con solo mirarlo y el historial clínico del paciente. Para ayudar a confirmar el diagnóstico y descartar otras afecciones, el podólogo podría tomar una muestra para realizar un cultivo y enviarla al laboratorio o examinarlo bajo la luz de Wood. El cultivo nos permite identificar el hongo/s implicados y aplicar el tratamiento más adecuado.
Pilar Nieto nos detalla que los siguientes consejos pueden ayudarnos a evitar el pie de atleta o aliviar los síntomas si hay infección:
-Mantener los pies limpios y secos, especialmente entre los dedos.
-Lavarse los pies con agua y jabón y secar totalmente la zona con mucho cuidado.
–Cambiarse las medias o calcetines regularmente. Mejor si son de tejidos como el algodón. Si los pies sudan en exceso, es aconsejarnos cambiarnos varias veces al día.
– Utilizar calzado transpirable y buenos materiales como de piel. Evitar el calzado de plástico. No compartir calzado. Alternar los zapatos. No usar el mismo par de zapatos todos los días para que puedan secarse después de haberlos usado.
–Proteger los pies en lugares públicos. Usar sandalias o zapatos para el agua en piscinas públicas, duchas y vestuarios.
Una vez que tenemos el diagnóstico de la enfermedad, nos planteamos cuál es el tratamiento que se debe seguir. Como decíamos, se manifiesta con descamación, picor y heridas y “el problema es que esa herida puede ser ‘puerta de entrada’ para una infección más profunda”, nos cuenta por su parte el doctor Pedro Rodríguez, dermatólogo de Clínica Dermatológica Internacional.
Lo primero que recalca la experta es que debe ser indicado por un profesional. “En un primer momento, se utilizan productos tópicos como cremas o aerosoles. Normalmente, estos medicamentos contienen clotrimazol o miconazol, y el tratamiento debe continuar una o dos semanas después de la desaparición de la infección, para evitar recidivas. En el caso de infecciones graves, es posible que se deban tomar antimicóticos por vía oral”, nos comenta.