La depresión en el embarazo es una realidad poco conocida, pero que afecta a muchas gestantes. Así, se estima que entre el 14 y el 23% de las embarazadas pueden pasar por una depresión durante estos nueve meses. La incidencia puede aumentar en casos concretos dependiendo de factores de riesgo como la edad, pues en madres adolescentes o de edad más avanzada, el porcentaje está en torno al 20-25%.
Es clave detectar y tratar la depresión en el embarazo cuanto antes para que este se desarrolle sin complicaciones y para que el bebé en formación no se vea afectado.
El embarazo es ya en sí mismo una auténtica revolución vital y física para la mujer. Se suceden muchos cambios y esto hace que pueda ser especialmente vulnerable a la depresión.
Muchos de los síntomas del estado depresivo en el embarazo coinciden con los de la depresión clínica en general, aunque otros son más específicos. Estos son, según detalla la Dra. Natalia Moreno, coordinadora de la Unidad de Atención Psicológica Personalizada de HM Hospitales de Madrid:
Hay muchos factores de riesgo que pueden provocar una depresión durante el embarazo. Así, los biológicos son muy importantes. “Entre estos se encuentran principalmente los factores genéticos y los cambios neurohormonales, como, por ejemplo, el aumento de los niveles de estrógenos y progesterona, que elevaría el nivel de dopamina y con él, la vulnerabilidad al llanto”, explica Natalia Moreno.
Además, los cambios físicos que se experimentan en estos nueve meses, con el aumento de peso, molestias como los vómitos y las náuseas… pueden afectar al estado de ánimo de la gestante. La situación ginecológica también juega un papel destacado, pues entre las madres primerizas y entre las que han tenido abortos previos o sufren complicaciones derivadas del embarazo hay más riesgo de depresión en el embarazo.
“La salud mental previa de la mujer embarazada es un importante factor de riesgo”, advierte la especialista, “ya que si en el pasado ha presentado ansiedad, depresión o algún trastorno psicológico hay más probabilidad de la aparición de la depresión en el embarazo”. En este sentido, también cuenta el estilo de afrontamiento de la mujer ante la incertidumbre y los cambios (si es poco adaptativo hay más riesgo), y tener una personalidad muy exigente o autocrítica y una baja autoestima.
Otros factores que también pesan son que el embarazo no haya sido planificado, pasar por acontecimientos estresantes o por problemas económicos, laborales o de relación, así como contar con poco apoyo social.
Aunque el bebé está muy protegido en el vientre, sí puede afectarle la depresión de su madre, “aunque sea indirectamente, ya que puede generar un efecto negativo en la experiencia global del embarazo al reducir el bienestar emocional de la madre”, advierte la experta.
En este sentido, según apunta, algunas investigaciones han señalado cómo cuando la madre tiene una depresión durante el embarazo existe una mayor actividad cardiaca durante la gestación y en el momento del parto. Además, hay más incidencia de partos prematuros y el niño puede nacer con menos peso.
“No podemos olvidar que, en algunos casos, padecer depresión en el embarazo va ligado a algunos factores de riesgo como el uso o abuso del tabaco, el alcohol o el consumo de sustancias, que podrían afectar al nacimiento y desarrollo del feto”, alerta la coordinadora de la Unidad de Atención Psicológica Personalizada de HM Hospitales de Madrid.
Un aspecto básico es que la depresión durante el embarazo puede interferir en el vínculo temprano con el hijo, por eso la detección y el tratamiento precoz son claves.
Muchas mujeres no confiesan su estado depresivo durante el embarazo por vergüenza, pues se supone que es una etapa de plenitud y felicidad. Pero los expertos insisten en la importancia de acabar con este estigma para que la mujer no se culpabilice y pida ayuda cuanto antes.
“La depresión en el embarazo debe ser tratada por un especialista, ya que su diagnóstico, evaluación y tratamiento van a ser determinantes para el estado emocional posterior”, indica Natalia Moreno.
El abordaje más recomendado es la terapia cognitivo-conductual, pero, en los casos más graves, se puede prescribir algún fármaco si la madre lo necesita. Incluso así, “la terapia psicológica mejora la adhesión al tratamiento y minimiza las dosis”, explica.
Si una mujer o su entorno percibe síntomas de depresión en estos nueve meses debe comunicarlo a su ginecólogo para trabajar desde un plano multidisciplinar con los distintos profesionales que la traten.
No hay que olvidar que haber tenido una depresión en el embarazo puede aumentar el riesgo de que se repita el cuadro en una gestación posterior y en la aparición de la depresión posparto, por lo que buscar ayuda no solo va a contribuir a estar mejor en el momento presente sino en el futuro.